Llama a Leví Mc. 2, 13 - 14


“Jesús salió de nuevo junto al lago; la gente acudía en masa y él les 
enseñaba. Al pasar vio a Leví de Alfeo sentado en el mostrador de
los impuestos y le dijo:
-          Sígueme
Se levantó y lo siguió”


 Comentario y pistas para la oración

Imagínate la escena: Jesús paseando junto al lago de Galilea. La orilla está llena de gente, es la hora de terminar el trabajo del día, los pescadores van llegando con sus barcas, hay muchos niños, y mujeres que esperan comprar pescado.
Mira el resplandor del sol sobre el agua en aquella hora, el olor al agua dulce del lago, el pescado fresco… Escucha los gritos de los niños, las voces de los pescadores…

Jesús está allí y lo observa todo. Pero Él no mira como nosotros, su mirada penetra más allá de las apariencias. Ve a ese pueblo judío lleno de vida y de ansias de vivir, pero este pueblo está oprimido. Oprimido por las enseñanzas de escribas y fariseos que son capaces de hacer de hombres y mujeres de corazón de carne un pueblo de personas sin misericordia, todo a causa de esa Ley que hace del hombre un ser de observancia fiel, pero que no les permite liberar lo mejor de sí mismos, la compasión. Este sentimiento los haría profundamente humanos.

La gente, al reconocer a Jesús, se acercan a Él y Él les enseña.
Cuando termina su catequesis sigue caminando y encuentra a Leví. Jesús conoce bien el trabajo de Leví como recaudador de impuestos, también sabe que este hombre es un marginado de la sociedad judía por considerarlo un pecador, un colaborador del poder de Roma, un ladrón.

Pero a Jesús no le importan todos esos prejuicios, Jesús ve al hombre, al ser humano. Jesús ve el interior y llama a Leví para que le siga.

Leví nos habla:
“Cuando escuché a Jesús pronunciar mi nombre me llené de emoción, quedé sobrecogido. ¿Cómo es posible que este rabí se fije en mí, si yo soy un pecador? Nadie en el pueblo quiere juntarse conmigo si no es mi esposa y mis hijos. Y este Maestro que yo he admirado por sus enseñanzas, que
me llena de entusiasmo… este Maestro me pide que le siga, que me una al grupo que lo acompaña. Pero ¿Cómo es posible?, nadie daría un denario por mí, si yo no soy nada más que escoria.

Desde ese día lo seguí y me convertí en un hombre nuevo, estaba lleno de entusiasmo, mi vida dio un giro de 180 grados. Comprendí que mi vida tenía sentido, que yo tenía valor a los ojos de Jesús, y lo más importante: Él se fiaba de mí”



                                                   Inma Fabregat



1 comentario:

  1. k profundo... los hechos de la vida de Cristo son inigualables por cualkier mortal, solo una cosa podemos hacer seguirle y dejarnos guiar... Cristo era Amor, Perdon y Compasion... cuanta falta hacen esas tres cosas en nuestro mundo

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