La Hemorroisa Mc. 5, 21 – 24

 Cuando Jesús atravesó de nuevo al otro lado, una gran multitud se congregó adonde él estaba, y se quedó junto al mar.
Llegó un jefe de sinagoga, de nombre Jairo, y al verlo cayó a sus pies, rogándole con insistencia: - Mi hijita está en las últimas, ven a aplicarle las manos par que se salve y viva.
Y se fue con él.
Lo seguía una gran multitud que lo apretujaba.
Una mujer que llevaba doce años con un flujo de sangre, que había sufrido mucho por obra de muchos médicos y se había gastado todo lo que tenía sin aprovecharle nada, sino más bien poniéndose peor, como había oído hablar de Jesús, acercándose entre la multitud le tocó por detrás el manto, porque ella se decía “Si le toco aunque sea la ropa, me salvaré” Inmediatamente se secó la fuente de su hemorragia, y notó en su cuerpo que estaba curada de aquel tormento.
Jesús, dándose cuenta interiormente de la fuerza que había salido de él, se volvió inmediatamente entre la multitud preguntando:
-          ¿Quién me ha tocado la ropa?
Los discípulos le contestaron:
-          Estás viendo que la multitud te apretuja ¿y sales preguntando quién me ha tocado?
El miraba a su alrededor para distinguir a la que había sido. La mujer, asustada y temblorosa por ser consciente de lo que había ocurrido, se acercó, se postró ante él y le confesó toda la verdad. Él le dijo:
-          Hija tu fe te ha salvado. Márchate en paz y sigue sana de tu tormento.



Comentario y pistas para la oración
Imagínate la escena, Jesús va caminando por la orilla del lago. El jefe de la sinagoga viene a hacerle una petición. Este es un acontecimiento insólito, Jesús había quedado impuro desde que tocó al leproso, y este representante de la institución religiosa, no duda en salir al encuentro de Jesús rompiendo todos los moldes. Su hija se muere y él tiene confianza en Jesús.

     -          A veces seguir a Jesús implica romper con todos los     moldes de la sociedad, de la institución a la que pertenecemos. ¿Te sientes libre para romper con todo y seguir solamente a Jesús?


Jesús continúa su camino, la gente lo apretuja, a Él no le importa esta cercanía física porque entiende las necesidades de todos lo que se acercan a Él.
Una mujer con flujos de sangre, considerada impura, apartada de la vida normal de cualquier mujer del pueblo, se acerca a Jesús. Vive una profunda soledad, privada de la compañía de su marido se le niega incluso el don mejor: ser madre.



La mujer toca a Jesús por detrás y de Jesús sale una fuerza que la cura. Jesús ha sentido esta fuerza que ha salido de Él y quiere conocer a la persona con quien ha entrado en contacto sin Él saberlo.
La mujer tiene miedo de la reacción de Jesús, se acerca temblorosa y confiesa la verdad, la verdad de su impureza, la verdad de su dolor. También su desesperación, pues llevaba así muchos años y había intentado curarse con muchos médicos, pero sin éxito.


Confesar la verdad, la libera y le devuelve su dignidad de mujer.
Jesús comprende todo y la despide para que se vaya en paz.


-          ¿Padeces tú algún mal que te hace sufrir intensamente? Confíaselo a Jesús, Él quiere curarte.

-          ¿Serías capaz, como esta mujer, de confesar tu mal? Esto podría liberarte.


                                            Inma Fabregat

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