“Viene a él un leproso, que
suplicante y de rodillas le dice: Si quieres puedes limpiarme. Enternecido,
extendió la mano, le tocó y dijo: Quiero, queda limpio. Y al instante desapareció
la lepra y quedó limpio”
Comentario
y pistas para la oración
Lee el texto
pausadamente, después contempla la escena.
Lo que
ocurre es insólito, tanto lo que hace el leproso como lo que hace Jesús. Los
leprosos en la época eran considerados seres impuros, no tenían derecho a vivir
con su familia, eran apartados de la sociedad, no tenían derecho a acercarse a
las personas sanas. Nadie los podía tocar, sino quedaban impuros.
Pero el
leproso, en su desesperación, se atreve a acercarse a Jesús y pedir lo que
necesita. Dice: “Si quieres, puedes
limpiarme” No está seguro de que Jesús quiera curarlo, pero tiene entera
confianza en que puede hacerlo.
Jesús, ve el
sufrimiento de este hombre. Negada la compañía de la familia, vive en soledad.
Apartado de la sociedad no puede trabajar y sentirse útil, es marginado, nadie
se acerca a él, es considerado un impuro, un pecador, un maldito de Dios.
La
enfermedad de este hombre y la situación que vive mueven a Jesús a compasión,
no puede quedarse indiferente.
Jesús va más
allá de la Ley judía, enternecido lo toca, se atreve a tocar su soledad, su
sufrimiento, su impureza. El gesto de tocar, le devuelve su dignidad de ser
humano, es como si le dijera: “Para Dios no hay nadie impuro, ninguno de sus hijos puede ser rechazado
por Él”. Pero Jesús
no se conforma solo con tocar, además lo limpia.
El leproso
nos da su testimonio:
“Cuando
Jesús me tocó sentí que volvía a ser un ser humano digno de ser querido y
acogido por los demás, es más, entendí que yo nunca había sido maldecido por
Dios, que yo nunca había sido indigno delante del Altísimo”
Imagínate la
alegría de aquél hombre que de repente ve que la situación que tanto le hacía
sufrir se rompe, todo ha terminado. Puede volver a su familia, a su trabajo.
A partir de
entonces Jesús ya no puede entrar en los pueblos y ciudades que visita porque
al tocar al leproso ha quedado impuro. Jesús por su acción compasiva sufre la
marginación de parte de los judíos.
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Imagínate
ahora que tú mismo eres este leproso ¿Hay algo en ti que te hace sentirte
impuro, indigno, susceptible de ser rechazado? ¿Qué quieres que Jesús limpie en
ti? ¿Tienes algún sufrimiento interno que no te atreves a comunicarle a nadie?
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Descarga
todas tus angustias sobre Jesús, Él te acoge incondicionalmente.
Inma Fabregat
Inma Fabregat
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