Las parábolas del reino Mc. 4, 26 – 32

Y siguió diciendo.

-          Así es el reinado de Dios, como cuando un hombre ha lanzado la semilla en la tierra: duerma o esté despierto, de noche o de día, la semilla germina y va creciendo sin que él sepa cómo. Por sí misma la tierra va produciendo el fruto: primero hierva, luego espiga, luego grano repleto de espiga.
Y cuando el fruto se entrega, envía enseguida la hoz, porque la cosecha está ahí.
Y siguió diciendo.

-          ¿Con qué podríamos comparar el reinado de Dios? ¿Qué parábola usaremos?

Con un grano de mostaza que cuando se siembra en la tierra, aun siendo la semilla más pequeña de todas las que hay en la tierra, sin embargo, cuando se siembra, va subiendo, se hace más alta que todas las hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros del cielo pueden acampar a su sombra.


Comentario y pistas para la oración

En la parábola vemos que la persona que siembra lo hace “a voleo” para que la semilla llegue a todas partes. La semilla tiene en sí misma el dinamismo necesario para germinar, la tierra le da el sustento y es fecunda. El hombre una vez realiza la siembra ya no tiene que ocuparse de crecimiento de las semillas.
Así es el reino de Dios, tiene el dinamismo necesario para crecer en nuestro interior e irnos transformando, sin que nosotros sepamos cómo. Este crecimiento será lento, necesitará de nuestra colaboración, pero al fin no somos nosotros quien lo hacemos crecer.
Necesitamos una vida de oración y de práctica de los sacramentos, así como un compromiso con la Iglesia, pero no depende de nuestra santidad, de nuestro esfuerzo, de nuestra perfección, el crecimiento del reinado de Dios. Es el Señor quien nos transforma, a veces puede ofrecernos uno de sus dones, y en un segundo transformarnos profundamente, liberarnos de una manera que ni el mejor terapeuta lo conseguiría, porque Jesús es el médico de nuestras almas, y se compadece de nuestro extravío, de nuestras heridas y sufrimientos.
En la segunda parábola Jesús trata de enseñar a sus contemporáneos. En tiempos de Jesús se tenía una concepción del reino de Dios como algo grandioso y poderoso que vendría a liberar a los Israelitas del yugo de Roma. Pero Jesús conoce el deseo de Dios Padre, el reino de Dios será discreto, por eso dice que la planta al crecer no será más alta que una hortaliza, no habla de un gran árbol. Lo que llama la atención es la desproporción entre el tamaño de la semilla y la planta que crecerá. El reino de Dios, a nivel humano, no será nunca algo muy aparente pero sí universal.
Para reflexionar:
-          Preséntate ante Jesús con toda tu pobreza, confíate a Él, Él puede transformarte. No pretendas alcanzarlo por tus propias fuerzas, déjate alcanzar por Él.
-          No pretendas, como los fariseos, alcanzar la salvación por la perfección de tus obras, solo la misericordia de Dios nos salva.
-          Ábrete a la Palabra de Dios, la Palabra es viva y eficaz, tiene sus dinamismos para llegar a convertirnos. La gracia de los sacramentos es también un medio para la sanación del alma.
-          ¿Descubro el reino de Dios a mi alrededor, en la sociedad, en las personas que me rodean y en mí mismo? En nuestra sociedad actual, en los no creyentes, en los creyentes de otras religiones hay semillas del Reino ¿podrías poner nombre a estas semillas? ¿Qué semillas del Reino descubres en ti mismo?


                                              Inma Fabregat

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