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Así es el reinado de Dios, como
cuando un hombre ha lanzado la semilla en la tierra: duerma o esté despierto,
de noche o de día, la semilla germina y va creciendo sin que él sepa cómo. Por
sí misma la tierra va produciendo el fruto: primero hierva, luego espiga, luego
grano repleto de espiga.
Y cuando el fruto se entrega, envía
enseguida la hoz, porque la cosecha está ahí.Y siguió diciendo.
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¿Con qué podríamos comparar el
reinado de Dios? ¿Qué parábola usaremos?
Con un grano de mostaza que cuando se
siembra en la tierra, aun siendo la semilla más pequeña de todas las que hay en
la tierra, sin embargo, cuando se siembra, va subiendo, se hace más alta que
todas las hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros del cielo pueden
acampar a su sombra.
En la
parábola vemos que la persona que siembra lo hace “a voleo” para que la semilla
llegue a todas partes. La semilla tiene en sí misma el dinamismo necesario para
germinar, la tierra le da el sustento y es fecunda. El hombre una vez realiza
la siembra ya no tiene que ocuparse de crecimiento de las semillas.
Así es el
reino de Dios, tiene el dinamismo necesario para crecer en nuestro interior e
irnos transformando, sin que nosotros sepamos cómo. Este crecimiento será
lento, necesitará de nuestra colaboración, pero al fin no somos nosotros quien
lo hacemos crecer.
Necesitamos
una vida de oración y de práctica de los sacramentos, así como un compromiso
con la Iglesia, pero no depende de nuestra santidad, de nuestro esfuerzo, de
nuestra perfección, el crecimiento del reinado de Dios. Es el Señor quien nos
transforma, a veces puede ofrecernos uno de sus dones, y en un segundo
transformarnos profundamente, liberarnos de una manera que ni el mejor
terapeuta lo conseguiría, porque Jesús es el médico de nuestras almas, y se
compadece de nuestro extravío, de nuestras heridas y sufrimientos.
En la
segunda parábola Jesús trata de enseñar a sus contemporáneos. En tiempos de
Jesús se tenía una concepción del reino de Dios como algo grandioso y poderoso
que vendría a liberar a los Israelitas del yugo de Roma. Pero Jesús conoce el
deseo de Dios Padre, el reino de Dios será discreto, por eso dice que la planta
al crecer no será más alta que una hortaliza, no habla de un gran árbol. Lo que
llama la atención es la desproporción entre el tamaño de la semilla y la planta
que crecerá. El reino de Dios, a nivel humano, no será nunca algo muy aparente
pero sí universal.
Para reflexionar:
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Preséntate
ante Jesús con toda tu pobreza, confíate a Él, Él puede transformarte. No
pretendas alcanzarlo por tus propias fuerzas, déjate alcanzar por Él.
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No
pretendas, como los fariseos, alcanzar la salvación por la perfección de tus
obras, solo la misericordia de Dios nos salva.
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Ábrete
a la Palabra de Dios, la Palabra es viva y eficaz, tiene sus dinamismos para
llegar a convertirnos. La gracia de los sacramentos es también un medio para la
sanación del alma.
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¿Descubro
el reino de Dios a mi alrededor, en la sociedad, en las personas que me rodean
y en mí mismo? En nuestra sociedad actual, en los no creyentes, en los
creyentes de otras religiones hay semillas del Reino ¿podrías poner nombre a
estas semillas? ¿Qué semillas del Reino descubres en ti mismo?
Inma Fabregat
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